lunes, diciembre 26, 2005

Hasta los ojos

Siempre decimos que una vez al año nunca hace daño, pero tras una noche de excesos gastronómicos y, sobre todo, etílicos, uno se cuestiona la veracidad de semejante frase. Mientras estás tragando sin parar todo es muy bonito, pero cuando te llega la resaca y las diarreas, uno en lo único que piensa es que la próxima vez no caeré en el mismo error. El problema es que parece que necesitamos tropezar una infinidad de veces en la misma piedra para poder evitarla en un futuro.

Pero como sarna con gusto no pica, es una pequeña penitencia que hay que pagar tras habértelo pasado bien en una noche tan señalada como esta. ¿Qué es un gran dolor de cabeza en comparación con seis horas de desenfreno? ¿Cambiarías el dolor de ojos que te dura todo el día por no salir en toda la noche? Quizás no es tan mala una resaca si se sabe llevar bien, con filosofía. Pero creo que ninguno de vosotros se ha tenido que levantar de la cama tras unas míseras cinco horas de sueño para soplar a través de la boquilla de trombón de varas a ritmo de villancico popular. Sí, habéis leído bien: me levanté ayer a las doce del mediodía para tocar en la maldita banda de música mientras un tipo con una zambomba enorme me machacaba las pocas neuronas que me quedaban en cada uno de los villancicos que habíamos tocado. No se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Por cierto, la resaca me duró todo el día y hoy he dormido trece horas sin llegar a despertarme ni una sola vez. Todo un record si tenemos en cuenta que en una noche cualquiera lo hago en torno a cinco veces.

¡Feliz Navidad a todos!