sábado, diciembre 17, 2005

Circunstancias

Creo que todos sabemos la cara de tonto que se nos queda cuando el profesor de la primera hora falta. Si estás en el turno de tarde, es una buena excusa para tomarte el café que no te ha dado tiempo porque ibas con el tiempo pegado al culo. Si es por la mañana, es otro buena excusa para hacer lo mismo pero con el desayuno. Pero hay una diferencia muy sutil. En el primer caso es muy posible que no te haya dado tiempo de echarte la siesta y cuando falta el profesor tienes una extraña sensación de frustración porque sabes que podías haber aprovechado ese rato para quedarte frito en el sofá mientras tienes de fondo un documental de La 2 (decir que lo estás viendo es mentira). Pero tampoco es para matar a nadie, porque puedes aprovechar esa hora para irte a la cafetería y tomarte ese café, del que he hablado antes, con los compañeros. Y si ya te habías tomado uno antes de venir, pues te tomas un té, que sabes que no te pone tan atacao como un segundo café.

En el caso del turno de mañana es distinta esa sensación, porque no es que no hayas podido dormir, sino que has dejado de hacerlo para ir a una clase que después no ha existido. Y lo peor de todo es que casi todo el mundo va a la facultad con el estómago blindado de tostada de tomate universitaria, y no es cosa de tomarte una segunda mientras estás haciendo la digestión. Podríamos optar por el té, como en el caso anterior, pero quién es el que tiene ganas de tomarse una infusión a esas horas y con el cabreo que has pillado.

Tanto en uno como en el otro caso, es odioso que la primera hora de clase se transforme en una hora libre. Si fuera la tercera, está estupendo, porque a esas alturas de la mañana le empieza a picar a uno el gusanillo y los ruidos que genera el enano que llevas en las tripas compiten con las voces de tu profesor mientras te resuelve la ecuación de Hamilton-Jacobi.

Pero lo más gracioso de todo esto es que tú te tienes que callar cuando tu profesor falta a clase. Al día siguiente da una pequeña disculpa de apenas cinco segundos y sigue como si nada. Si la clase hace un día de puente sin avisar al profesor, entonces nos putea y nos crucifica mil veces durante un sermón infernal de quince minutos. Lo suyo es circunstancial, lo nuestro pura vagancia. Como siempre, es cuestión de perspectiva.

Cambiando un poco de tema y sin tener que crear para ello otra nueva entrada, nos hemos quedado sin argentino. Sí, ya sabéis, sin nuestro compañero de piso. El caso es que ya lo sabíamos desde hace bastante tiempo que el chaval nos dejaba, porque la fábrica donde curraba cierra y no encuentra trabajo aquí en Granada. Así que decidió dejarnos muy a su pesar y al nuestro. Hoy ha llegado la casera y claro, no estaba ni el chaval ni el dinero del próximo mes. Así que nos hemos echo los suecos y le hemos dado a enteder de que se ha ido sin avisar y llevándose todas sus pertenencias. Pero la tía no ha picado y quiere que le paguemos todo el precio del alquiler. Así que ahora toca buscar compañero nuevo y comerse el marrón de ver como por culpa de las circunstancias, todos tus ahorros vuelan en pagar una habitación que ni siquiera vas a usar.