miércoles, noviembre 09, 2005

Un vampiro

Hoy iba a ser otro de esos días normales en la facultad. Te levantas pronto, vas a un par de clases, te saltas la última porque el hambre te impide pensar con claridad y continuas con la primera hora de la tarde tras vaguear el resto de la mañana. Pero no, al final todo se tiene que joder, porque la universidad es un puñetero vampiro que te saca la sangre literalmente.

Esta vez se ha presentado en forma de señorita de mas o menos mi edad, sonriente y con una bata blanca.

- Buenas tardes. ¿Le gustaría donar sangre?
- "Con la mala ostia que tengo hoy seguro que no sirve para donarla", pensé -

Miro el reloj y hago un pequeño cálculo mental: son casi las cinco y media de la tarde. Mientras te sacan todo lo que tienes ahí dentro seguro que rozan las seis. Una buena hora para tomar un zumito y largarte a casa con el estómago lleno.

- Está bien. Pinche donde quiera, que hoy estoy que la tiro - le digo.

La chica me mira con una sonrisa aún más amplia y a punto de estallar en risotadas.

Y comienza todo el proceso típico de una donación, en el que puedes ver como una parte de ti se pierde para siempre. Le deseas la mejor suerte del mundo a esos glóbulos rojos que nunca más verás y les dices que se porten bien y que no hagan ninguna de las suyas. Un momento muy emotivo aquel.

Vale que todo esto se trata de una donación, pero la uni ya se podía marcar el detalle y hacer también una donación contigo y compensártelo con créditos gratuitos. Encima que sueltas una pasta por escuchar las divagaciones de algunos profesores, tienes que darles tu sangre a cambio de nada. Es voluntario, lo sé. Pero también hay que tener en cuenta lo bien que se siente uno cuando comprueba que está siendo útil para la sociedad, no como la gorda de la secretaría, que nunca está en su puesto y encima le pagan.

En fin. Esperemos que quien reciba mi sangre haga mejor uso de ella que yo, ¿verdad señores riñones?