martes, noviembre 08, 2005

Pagar por nada

De mayor me gustaría ser profesor de universidad. Tienen un montón de tiempo para dedicarse a sus trabajos de investigación, dan un par de clases al día, pueden visitar la cafetería cuando les plaza y encima les pagan por todo eso.

No es que me guste la enseñanza, pero con lo flojo que soy creo que el trabajo me iría como anillo al dedo. Sobre todo, me gustaría ser cierto profesor que tengo algunos días a tercera hora de la mañana (es mejor no dar ningún nombre, para que no pase vergüenza). Este hombre, ha dedicado gran parte de su tiempo en escribir un libro sobre su asignatura con tal de que nos resulte mucho más fácil la atención y tengamos lo más importante de ella. Así no hace falta copiar un montón de fórmulas, tanto por la parte del profesor como por la nuestra. Es una idea muy buena que todo profesor debería de llevarla a cabo de una forma o de otra.

Sin embargo, cree que ha sido demasiado el tiempo que ha invertido en escribirlo, por lo que prefiera que el resto del trabajo lo hagan otros, como sus alumnos. Así, su clase diaria se la encarga a un determinado número de alumnos que tienen que prepararse las demostraciones y la explicación de un apartado del libro. Mientras, él atiende como otro alumno más. Según él, este método pedagójico puede ser muy beneficioso, ya que así el alumno que sale a la pizarra se le obliga a entender la lección. Por contra, el resto de los alumnos no entienden ni papa, entre que los nervios del compañero impiden que salga algo de voz por su garganta y que su caligrafía es bastante del estilo de los cuadros de Picasso. En definitiva, tenemos una clase donde se explica el contenido de un libro por una persona que ni lo ha escrito, ni mucho menos está lo suficientemente cualificada para impartir clases a ese nivel.

El profesor ve muy beneficiosa esta técnica, sobre todo si tenemos en cuenta que de esta forma no da ni palo. El alumno lo ve como una calamidad, puesto que siente como su tiempo está siendo desaprovechado. Para colmo de males, los problemas los resuelve otro profesor completamente distinto, con lo cual el trabajo del primero se convierte en casi nulo. A lo mejor este hombre ha realizado trabajos de investigación que han dado mucho renombre a la facultad, pero como pedagogo, es malísimo. Y lo peor de todo es que hay varios de estos repartidos por toda la carrera. Por lo menos que las horas que hecho en la pizarra explicándole la lección al resto de mis compañeros en la clase de este profesor me sirvan para abaratar un poco mi matrícula, ¿no? Después de todo estoy haciendo el trabajo de otra persona.