viernes, marzo 03, 2006

Cuatrimestre nuevo, café nuevo.

O por lo menos la cafetera. Ayer me encontré ese viejo trasto, que tan buenos ratos nos ha hecho pasar, tirado en una esquina de la cafetería. En su lugar han puesto una máquina con bordes de madera, plateado deslumbrante y efectiva en su trabajo. Por una vez el café huele a café, y no a una mezcla entre arsénico y detritus. En nuestra memoria siempre quedará grabado esos entrañables momentos que nos ofrecía el cuarto de hora tras la ingestión de una de esas pócimas. Eso de beberlo haciendo ascos después de habernos hincado la tostada entre pecho y espalda y salir pitando al servicio antes del desastre, no se volverá a repetir. Al menos lo primero no.

Larga vida al señor del bigote con aspecto mexicano que nos atiende siempre, porque es un artista del café y tostada.