lunes, noviembre 21, 2005

Sorprendente

Que alguien te llame un domingo por la mañana antes de completar tus correspondientes ocho horas de sueño más el bonus correspondiente a los excesos de la noche anterior, siempre desemboca en un enfado monumental si el asunto no tiene ninguna importancia. Hombre, normalmente el que intenta comunicar contigo siempre tiene que tratar algo que está a la altura de las circunstancias, por lo que uno no puede evitar a veces pensar en alguna desgracia, aunque sólo sea durante el tiempo que transcurre entre que descuelgas el teléfono y la primera palabra de la otra persona.

Por el tono del saludo pude adivinar sin ningún problema, y sin haberme despertado del todo, que no iba a ser esta vez así y que posiblemente se avecinara alguna sorpresilla. Tras el típico cruce de frases ingeniosas que te permite un cuarto de tu cerebro (recordemos que los otros tres cuartos aún siguen intentando despertar) para demostrar que la llamada no es tan mal recibida a pesar del estado en que te encuentras, te proponen el mejor plan que has escuchado desde hace mucho tiempo para un domingo por la noche: concierto de Kenny Barron en el Isabel la Católica, que cierra el 26 festival de jazz de Granada. Ahora sí que se activa todo mi cerebro para intentar averiguar si la frase que ha pronunciado Carlos ha sido esa o si es una imagen reminiscente del sueño de la noche (que por cierto no recuerdo). Efectivamente he escuchado a la perfección lo que me ha dicho a través del móvil, por lo que quedamos en vernos a las puertas del teatro.

¡Menudo lujo de concierto! En tercera fila en el patio de butacas, casi centrado y en el lado bueno de la sala, desde donde puedes ver la manos de Kenny. Esperaba un batería y un bajista acompañándolo, pero sólo habrían servido para impedir que pudiera desplegar todo la artillería en forma de virtuosismo en la improvisación donde cambiaba continuamente de armonía, a cada nota de su mano izquierda. Siendo sincero, hubo muchas veces en que me perdía, porque yo prefiero a la vieja escuela, donde hay mucha más melodía y menos técnica, escalas y mecanismos con los que se pueden deleitar los gurús del jazz. Así que, por momentos, sólo escuchaba un galimatías de escalas sin coherencia pero que si se prestaba atención se podía dar uno cuenta de la verdadera complejidad de la interpretación. También tenía sus momentos melódicos que eran realmente buenos. En definitiva fue un buen concierto donde hubo momentos para todos los gustos. Lástima que el espectador que tenía sentado tras de mi insistiera en marcar el ritmo a golpetazo de pie contra el parqué en el que descansaba la butaca.

Pero las sorpresas no acabarón aquí, sino que una vez hubo acabado el concierto y cuando me disponía a salir, encuentro dos filas más atrás de donde yo estaba sentado a mi profesor de electro. A Carlos no se le ocurrió otra cosa que saludarlo llamándolo por su nombre a pesar de que no se había dado cuenta de nuestra presencia. La cara del profesor era todo un poema al comprobar que justo delante suya están dos alumnos de física que lo están saludando fuera de la facultad y a los que no los recuerda, por el gesto que hizo. Es lógico que no supiera bien quienes eran los que le estaban saludando, puesto que uno ni siquiera ha tenido clases con él y otro se sienta en la última fila de clase.

Pero ¿y si se ha quedado con nuestras caras? Quizás en la corrección del exámen le pueda sacar algún puntillo si le hago una crítica del concierto. Aquí el que no corre vuela. Gracias Kenny.